Existe un falaz fantoche
de vida gris y anodina,
con vocación de sardina:
¡siempre enlatado en su coche!
Sin conciencia del derroche,
quema tiempo y gasolina
por esa inquietud “cochina",
sin hacerse autorreproche.
No sé qué pasión secreta
siente abrazado al volante
dando vueltas tal ruleta.
Sé que coche y ocupante
forman pareja completa
de locura galopante...
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