No quieren al joven libre:
con cables y con cadenas
y con cantos de sirenas,
logran que no se equilbre.
Con ruidos de gran calibre
y purezas de azucenas...,
le hacen en zonas amenas
esclavo de un cubalibre...
Son fónicos mercaderes
del templo, con un negocio
de pandóricos poderes.
Ellos montan su concierto
para negociarle el ocio
y crearle el desconcierto...
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