La masa, que ama la mesa
más que la misa o la musa,
siempre presenta una excusa
para huir de letra impresa.
Por ser de las prisas presa,
ya es tan lasa, tan ilusa
que, por pereza, rehúsa
entrar en libresca empresa.
Vive al consumo sumisa,
envuelta en falaz euforia
que a la lectura es remisa.
Y, en su vital trayectoria,
va tan presa de la prisa
como un borrico de noria.
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